La mayoría de las inversiones tiene como objetivo obtener el mayor beneficio posible. Pero hay gente que trabaja en una nueva definición de riqueza. La idea es ganar dinero y hacer el bien. Pero ¿cómo? La empresa keniana BURN desarrolla una cocina para la población rural que requiere pocos recursos. A menudo la enorme demanda de leña exige talar grandes extensiones de bosque y la nueva cocina busca cambiar esta situación.
Pero la empresa necesita capital para seguir expandiéndose. Un capital que Olga Dickmann organiza a través de crowdinvesting: en lugar de en fondos anónimos, los inversores de esta modalidad promueven proyectos sostenibles y respetuosos con el medio ambiente. No tienen por qué ser grandes inversores; pequeñas cantidades de muchos patrocinadores permiten juntar un gran capital. Y, más tarde, recuperan su inversión.
Con intereses. Invertir dinero y hacer el bien también es algo que se persigue en Münster. La ciudad alemana es pionera desde hace décadas en protección climática. Invierte en la formación de ciudadanos para convertirlos en expertos en clima y en huella CO2, que luego asesoran a familias y empresas. Con éxito: los hogares de Münster producen un total de 2,5 toneladas menos de CO2 al año. La familia Engemann, de la localidad de Höxter, cultiva fruta, verdura y cereales ecológicos.
Forma parte de una red y apoya a otras granjas de la región en el cultivo ecológico. En 2020, elaboraron por primera vez un balance del bien común, que incluye no solo los beneficios económicos de su explotación, sino también los sociales y ecológicos. La idea se replica en otros países: Escocia, Nueva Zelanda o Islandia ya no miden su prosperidad según el producto interior bruto, sino que buscan nuevos baremos para calibrar el éxito, como la justicia social o el respeto al medio ambiente.
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